Por Jorge Mendoza
enelpuntodelarte.blogspot.com
Monchichi, quizás de este lado del mundo y en la media isla que habitamos, no expresa al oído más que un nombre simpático con sabor popular. Una pequeña combinación de letras que solo alcanza a decir lo que sugiere. Algo parecido pasa con la escenografía, orientada más bien hacia lo abstracto.
Las sorpresas vienen escondidas en la simulación. En esa atmósfera que propicia la desorientación, lo cual constituye el mejor remedio contra el prejuicio. Evadir esos esquemas mentales interpretativos no está a la vuelta de la esquina. Monchichi lo consigue con una buena dosis de creatividad. Y en ese paquete incluye el humor, un valor no tan frecuente en las obras, quizás a consecuencia de las tensiones propias de la creación y la realización del espectáculo.
Es lógico suponer que Sebastien Ramírez y Hyung-Jung Wang agotaron un periodo en esas calles y competencias del género urbano (hecho confirmado por videos de Ramírez disponibles en Youtube: incrolyabled Talen move, Fight Night Battle 2007, Berlín, 1000% SEBASTIEN VS JOSH by YOUVAL, B-Boy Sébastien USA Tour,Taisuke vs. Sebastien @ Red Bull BC One 2007…) hasta encontrarse con aquella otra realidad del escenario de la danza contemporánea y definir felizmente una simbiosis perfecta.
Loking, popping, bboying, house, new style, son visibles en ambos intérpretes, pero su compañera de reparto Hyen-Jung Wang parece dominar también las artes marciales. La gran lección de Monchichi para los hiphoperos que invadieron los escenarios del país es la superación del exhibicionismo habitual en función del gran espectáculo, es decir, encontrar algo que decir. Y esa historia no la encontraron frente un espejo que les devolviera la imagen mejorada de su vanidad ni en anécdotas del momento. La historia empieza por ser personal y a partir de allí trasciende sus individualidades al identificar el problema de tantos inmigrantes reflejados en ese espejo más grande del arte resultado de un proceso. Él, cuyas raíces son mezcla de francés y catalán, viviendo en Alemania; ella. Alemana y coreana. ¿Qué mejor elección que contar tus propias verdades en lugar de las ajenas?
Monchichi es una burla a esas fronteras culturales que marcan la experiencia de la convivencia humana. Apreciando su humor, la pieza bien pudo haber tomado su nombre del popular muñeco de peluche japonés llamado Monchihchi, creado por Koichi Sekiguchi con el objetivo de inspirar el respeto y el amor en los niños y adultos jóvenes. Idea que ajusta muy bien al mensaje del espectáculo.
Juegos de aceptación-rechazo, encuentro y confrontación en el paisaje a contraluz que se ilumina a ratos; efectos de ilusión, toques de magia, la historia busca el
espectáculo para contarse sin gratuidad. Unas soberbias interpretaciones dignas de la memoria, porque la virtud de ese gran arte será siempre devolvernos la fe cuando la llama a languidece.
Ahora es que me doy cuenta que el blog es tuyo, ¡ENHORABUENA!
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